AGENCIA PRESS NOTICIAS.- Se cumple prácticamente un año desde que en Latinoamérica empezaron a reportarse los primeros casos del Covid-19 y transformó la vida de millones de personas. Colegios, universidades e instituciones educativas tuvieron que empezar a aplicar modelos de educación virtual o remota de manera intempestiva, lo que generó ciertos traumatismos en los primeros meses, pero ¿cuál es el panorama actual de la educación superior online? OBS Business School reunió a representantes de la academia para hablar sobre el asunto.
El primero en tomar la palabra fue Jorge Bossio, Docente en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, quien explicó que para el caso de Perú la crisis originada por la pandemia fue un acelerador de la educación en línea, ya que en el escenario pre Covid-19 el formato online estaba en una fase muy básica, donde muy pocas universidades tenían esta modalidad o la aplicaban con calidad, lo que había llevado a que la educación en línea fuera percibida como una alternativa de menor eficacia y por menor costo.
El maestro sumó que la misma ley ponía barreras para el desarrollo de modelos virtuales o a distancia y hasta hace pocos meses flexibilizó la normatividad. “Se manejaban límites muy estrictos de porcentajes, como sucede en Argentina. En Perú -incluso- los programas de pregrado tenían prohibido tener más de 50% en componente en línea aún siendo declarados a distancia o semipresenciales, entonces se ponía un bloqueo en horas y créditos. Eso era un impedimento al desarrollo de este tipo de formatos”, indicó Bossio.
La implementación de clases a distancia, virtuales y remotas debido a la crisis demostró que es una alternativa importante para ampliar el alcance de educación de calidad a todo el Perú, lo que ha llevado a una flexibilización, pero siguen existiendo barreras, los programas presenciales pueden tener hasta un máximo de 20% de las horas crédito a distancia.
Por su parte, Mariano Merchán, Decano de la Facultad de Ciencias Administrativas y Contables de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador, expresó que -como ocurrió en Perú- al inicio de la coyuntura Ecuador tampoco daba una prioridad a la formación online en educación superior, la cual también manejaba una mala percepción, aunque se ha transformado.
“Un ejemplo de ello es la PUCE, una institución tradicionalmente concentrada en la modalidad presencial, pero ha empezado a trabajar en un cambio y, para el 2021, tendrá cinco maestrías en línea que ya se están ofertando, además hay otras en proceso de desarrollo. La pandemia ha permitido a los estudiantes descubrir o considerar la existencia de otras modalidades más allá de la tradicional”, precisó Merchán.
A ello, aclaró que, si bien no se está manejando una modalidad netamente virtual, se está aplicando un modelo de clases remotas en las que se reemplaza la presencia del profesor en el aula con su presencia a través de una videoconferencia, replicando las actividades de clases. Eso, en términos generales, ha dado la pauta para que las universidades comiencen a pensar en los modelos online y posiblemente hacerlo en diferentes programas.
Para hablar un poco del caso de Colombia, estuvo presente César Tulio Ossa, Director de Educación Continua de la Pontificia Universidad Javeriana. Él recalcó que en el país algunas universidades ya estaban ofreciendo programas en línea, pero universidades de la línea de la Javeriana lo empezaron a hacer debido a la pandemia.
“Nosotros empezamos a incursionar en temas online para los posgrados desde el año pasado, dando las clases de los programas presenciales en línea, pero no es un tema de virtualización. Ahora, para el caso específico de la educación continua sí se estaba trabajando desde tiempo antes un proceso de virtualización, donde, más o menos, el 30% de la oferta ya era virtual. Otras universidades están haciendo algo muy parecido, lo interesante de esto es que lo que se estaba haciendo la educación continua se desarrolle también en los pregrados y posgrados en las universidades”, informó Ossa.
Para cerrar su intervención, tocó un punto bastante relevante, el director manifestó que uno de los mejores resultados de todos estos grandes cambios es que al tener en Bogotá una gran concentración de universidades, se presentaba mayor dificultad para que personas de regiones apartadas tuvieran acceso a los programas de calidad, barrera que es posible de superar con la oferta de lo virtual, ahora se llega a zonas que no se tenían pensadas.
Opiniones entre la presencialidad y la virtualidad
Como se advirtió en el inicio del foro de OBS, la percepción de la educación online en algunos países antes de la pandemia no era la mejor, pero ha ido modificándose con el paso de los meses. Sobre este particular, Bossio comentó que en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas consultaron a los estudiantes y ellos se dieron cuenta que podían aprovechar el modelo, entendieron que era más exigente el presencial, tanto para el docente como para ellos, pero ha dejado grandes resultados de aprendizaje.
“Medimos la calidad con los mismos instrumentos que se usaban para revisar los programas presenciales y se evidenciaron mejoras en algunos resultados. Tuvimos impactos significativos en las calificaciones de los estudiantes y en las tasas de retención, por ejemplo; eso nos sorprendió porque se dice que en los cursos online hay mayor tasa de abandono, sin embargo, para nuestro caso no fue de esa manera el semestre pasado”, declaró el docente.
Para Merchán, lo esencial de ese paso obligado por la pandemia de pasar de clases presenciales a remotas tuvo que ver en una primera instancia con la superación de problemas de tecnología y plataformas, pero quiso diferenciar el papel de lo remoto a lo virtual: en las clases remotas se replica lo que se hace en el aula a través de una videoconferencia con el apoyo de plataformas, aulas virtuales y otro tipo de instrumentos mientras que la educación virtual requiere de más compromiso de los estudiantes, del docente, además de una mayor planificación, porque para ellos la deserción dentro de los programas virtuales es mayor -a veces- por la “falta” de acompañamiento que genera que algunos alumnos abandonen los programas.